La temporada 2020-21 no puede más que clasificarse de ensueño, de éxito rotundo, de inolvidable. Todo lo demás, será hacerle de menos. Y es que acabada la misma, matamos el tiempo debatiendo si esta era mejor que la de Espárrago en la 87-88, o si el charrúa seguía teniendo el bastión de mando. Sirva ese dato para explicar que el Cádiz, pese a estar tres lustros alejado de la Primera División, no sufrió en ningún momento por salvar la categoría, objetivo que se cumplió, ¡faltando un mes de competición! Los amarillos empezaron el ejercicio como una moto, completando una primera vuelta de locura (en la que acabaron novenos en el campeonato de invierno!!!!) para luego contemporizar esa ventaja, viendo como tampoco sus rivales apretaban más de lo necesario. Para marzo, ya estábamos todos haciendo cuentas de cuando se certificaría la permanencia de forma matemática.
El éxito, sin duda, tiene firma de autor. El Ferguson de Cádiz, el Gafa, don Alvaro Cervera, batiendo todos los récords posibles (para nosotros no hay duda ya de que es el mejor entrenador que ha tenido el amarillo y azul en la historia), en su sexta campaña en Carranza, destrozaba todos los registros de continuidad en nuestro banquillo, y nos regalaba, fiel a su estilo, una temporada inolvidable. Porque él sigue siendo la piedra angular donde gira todo. En un año en el que no hubo grandes fichajes y en el que se mantuvo el bloque de Segunda (si quitamos a Ledesma, Jonsson y Negredo, y un poco de Sobrino al final, el once tipo y los posteriores cambios, eran calcados a los del año anterior), la idea, convertida en filosofía, en evangelio casi (para el que estaba ya y para el que llegaba de nuevas), Cervera volvió a sacar un rendimiento superlativo de unos jugadores que sobre el papel, hubieran tenido que estar remando y apretando los dientes hasta el último segundo (como le pasó al Elche por ejemplo) para sacarle un punto al tercero por la cola. Por poner un ejemplo, en la delantera, la diferencia entre Negredo y Lozano, los titulares, y los Malbasic (que cada vez que jugaba nos sonrojaba), Alvaro Giménez, Saponjic...era de un abismo insoportable. Así que estábamos siempre en el alambre, rezando para que no hubiera lesiones. Larga vida a Cervera.
Empecemos. Como decimos, la renovación de la plantilla fue muy controlada, y se apostó (o bien las circunstancias obligaron) por mantener el bloque del ascenso del año pasado. Parecía que habría una revolución, ya que la primera noche, en plena celebración, Vizcaíno anunciaba ya el primer fichaje (Negredo) pero fue solo un espejismo. Ya sabemos que el mandamás sevillano, no es de rascarse mucho la cartera en las ventanas de mercado. Bueno, sí que se gastó el dinero, pero en pagar todos las opciones de compra obligatoria que acumulaba el conjuto cadista, y que no paraban de salir hasta de debajo de la alfombra. Malbasic, Alvaro Giménez, ...hasta Nano Mesa (que pocos días después, fue descartado y cedido), para el que no había obligación de compra, se quedaba en el Cádiz. Sumado a los fichajes de futuro pero sin opciones de jugar en Primera (Sotres, Panadero, Mayoral…) hace que el overbooking a primeros de agosto sea brutal, 40 futbolistas con contrato.
Mientras se van gestionando las salidas, Cervera va, muy a cuentagotas, recibiendo los fichajes que ha pedido. Aparte del mencionado Negredo, el club anuncia las incorporaciones de Ledesma (párrafo aparte merece el número de la portería), Jonsson o el regreso de Jairo. Se quedó sin venir Bryan Gil, el flamante jugador del Sevilla (era una evidencia que iba a explotar: fue el mejor del cuadro armero y terminó disputando Eurocopa y JJOO), en una cesión (junto a la de Pozo) que, conociendo el vínculo entre ambos clubes, todos dábamos por hecho. Cual fue la sorpresa cuando nos enteramos que ambos jugadores reforzaban al Eibar, un rival directo. Cagada monumental que a día de hoy, sigue sin esclarecerse del todo.
Sin tiempo para respirar, llega el debut liguero, que queda en decepción mayúscula. Además de, como todo el mundo, producirse a puerta cerrada, el retorno a Primera trae la primera derrota de la campaña, en casa, y frente a un rival directo. Dos errores infantiles casi, dejan patente que hacen falta refuerzos, si no se quiere acabar descendiendo a las primeras de cambio, después de 15 años de espera. Un año más, la Liga sigue manteniendo el plazo de fichajes abierto a la par que se juega la competición, dando lugar a situaciones rocambolescas.
Porque así se han de calificar, como poco, lo ocurrido con los porteros, y con Sergio González. Por un lado, lo de los guardametas: empieza David Gil, sigue el debut de Cifuentes para registrar su record de longevidad, y acto seguido, anunciar su retirada, para dar así aire al club, desesperado por liberar fichas y dorsales; vuelta de David Gil (Ledesma recién fichado, da positivo por covid), y finalmente, la titularidad del argentino.
Por otro, el paso del prometedor porvenir al ostracismo del centrocampista cartagenero, mal asesorado en su renovación, que pasa de ser titular en el debut liguero, a quedarse en la grada sin dorsal. Pues empezamos bien.
Tras el varapalo frente al Osasuna, llega la victoria en Huesca, de un valor altísimo, tratándose del primer partido a domicilio, y en la casa de un rival directo por la permanencia. Y todo eso sin el entrenador, que estuvo que estar más de tres semanas confinado por el dichoso covid. Y fiel a su estilo, no se corta un pelo en pedir en público los refuerzos que el equipo necesita para, al menos, tener una oportunidad. Refuerzos que el club le negaría, en un nuevo milagro de rendimiento de la plantilla que haría el entrenador, como ya va dicho.
El mes de octubre, que otros años habría de ser nefasto para el conjunto amarillo, nos dio pistas de lo que habría de ser esta temporada, y nos dejaría partidos ya escritos en mayúscula y con letras de oro en la historia del Cádiz CF. El mes empieza con el triunfo imposible en San Mamés (primera vez en liga), tras acabar el partido nada menos que con nueve hombres (el 0-1 se hizo ya con diez jugadores). Después llegaría el empate en Granada en casa que debió ser triunfo, después del penalti más claro que se ha dejado de pitar en toda la historia. Pésima muestra de deportividad del entrenador rival, muy bueno en lo suyo, pero pésimo deportista. Por el contrario, una de las historias del año se escribió con las declaraciones de Cervera tras el choque, en las que expresó que el árbitro no había querido pitar el penalti. La respuesta de la Federación: propuesta de cuatro partidos de sanción, demostrándose por enésima vez que la ley no es igual para todos, y va más fuerte contra los más pequeños. Días antes un jugador del Betis y el entrenador del Barcelona hicieron declaraciones similares o peores, pero contra ellos, no hubo represalias. Encima de que nos habían robado en nuestras mismas narices, nos machacaban con esto.
Afortunadamente, terminó imperando la cordura (tuvo que venir el TAD para hacerlo) y la sanción quedó suspendida meses después.
Y por si todo eso fuera poco, el galáctico triunfo en la visita al campo del Real Madrid (algo también inédito en nuestra historia), esta vez en el Di Stefano, para éxtasis de la afición amarilla. Los cadistas fueron superiores a su rival, especialmente en la primera parte (reconocida por el mismo Zidane). Negredo y Cala avisaron hasta que el Choco Lozano hizo el 0-1. La sonrisa de Cervera (que ya “amenazó” antes del partido que no iban de paseo a Madrid) tras pitar el árbitro es la de toda una afición. El mes termina con otro triunfo vital, en casa del Eibar, otro rival directo. Queda un mundo, pero en la octava jornada, ¡el Cádiz está séptimo en la tabla! (la noche del viernes tras ganar en Eibar durmió colider!)
La plantilla se completa con los refuerzos de Alcalá, Jairo y Adekanye. Ninguno de ellos, como sabríamos luego, habría de tener peso relevante en la permanencia conseguida por el equipo, en una gestión de plantilla pésima, una vez más, de Arias, que saldría nada más abrirse la ventana del mercado invernal (aquí Vizcaíno no pudo ser más claro en lo poco que contaba el secretario técnico). Con la permanencia conseguida, el ya ex secretario técnico aprovecharía la figura de Cervera para, rajando de él, ponerse en primera plana durante diez minutos. No parece una buena estrategia ponerse en contra del artífice de la permanencia y del entrenador que empezando en un playoff en Segunda B, estaba en lo más alto de la historia del Cádiz.
Si octubre fue excelente, noviembre no fue muy bien (de nuevo, en contra de la tendencia en los últimos años, en los que el equipo de Cervera destrozó los registros en el mes de Halloween), aunque el parón de selecciones paró el golpe. Todo lo bueno que vimos antes se tornó en horror en la vista al Wanda, en la que, lejos de repetir proeza (no se pueden hacer heroicidades todos los días), los amarillos exhibieron su peor imagen, sin competir el partido en ningún momento y siendo un juguete a manos de su rival. Después del empate en Elche (con otro penalti clamoroso mangoneado al Cádiz, que para colmo, más adelante en la liga, le sería señalado en contra), llega otro de los momentos no de la temporada, sino de la historia.
Comparado con el mes anterior, peor aún fue diciembre, aunque con un asterisco, porque el inicio del último mes del año...trajo de nuevo consigo, una página irrepetible para nosotros.
Si antes cayeron Athletic Club y Real Madrid, ahora le tocaría a todo un FC Barcelona. Los goles de Alvaro Giménez, y sobre todo, de Negredo (cuando acaba de empatar el cuadro culé y todo parecía volverse en contra), llevaron el éxtasis a la afición amarilla, otra vez. Y esas gradas vacías...El delantero vallecano ejemplarizó en esa acción que aquí, todo el mundo se implica. Presionó un saque de banda, al portero después, le cae el rechace, y recorta con una clase magistral a De Jong (que todavía sigue deslizándose por el césped de Carranza) para marcar a puerta vacía. Un gol que Koeman, lógicamente, no se explicaba.
El resultado pudo ser más amplio todavía si Bobby, en un balón franco solo ante el portero con 30 metros para decidir, hubiera, al menos, tirado a puerta.
Ojo, era la primera victoria de Cervera como local esta temporada. Simple y llanamente, histórico.
Todo ello, con menos de un 18% de posesión. El delirio para nosotros. Evidentemente, tratándose del Barcelona y de una derrota de éstos, el impacto mediático fue descomunal. Cervera aprovechó para, por enésima vez, darnos una cátedra y explicar quienes somos y porque estamos aquí (“el orden me ha traído aquí, el orden me echará”). Ante esos números de posesión, explicó bien a las claras porque el Cádiz juega (y gana) así. Por una vez, se nos escuchó más a nosotros.
Con estos, son ya 18 puntos los conseguidos, casi la mitad de los necesarios para salvarse, y estamos solo en la jornada 12. Es imposible no soñar con que nos conseguiremos quedar este año en Primera.
Sería esto, sería la nube de ganar al Barcelona, el caso es que el Cádiz se metió, como hemos dicho antes, en un socavón gordo en diciembre. Perdió los tres siguientes partidos tras el triunfo ante el Barcelona, frente al Celta (en el que recibió una cura de humildad importante, tras un primer tiempo calamitoso, y en el que Cervera se cabreó especialmente, precisamente por ver a su equipo queriendo tener el balón más de lo que debía), tras ganar al Ribadumia en Copa, se pierde de nuevo frente al Getafe (que dolió especialmente por la forma en que se produjo y el equipo que es) y frente al Betis, que también escoció, porque los verdiblancos se llevaron el duelo con un solo disparo a puerta, sin que el Cádiz, que siendo superior, inquietara a un rival que tampoco mostró nada del otro mundo. Una bajada de humos en toda regla, para volver a situarnos en nuestro sitio.
En un año atípico, en el que tocó jugar también en Navidad, la sangría se detuvo con un empate ante el Valladolid, que no estaba mal como mal menor, aunque fuera en casa. La dinámica era pésima y había que pararla como fuera. No perder contra un rival directo, siempre es bueno. Y gracias, porque el partido estuvo a punto de suspenderse por el maldito covid. Al menos, despedíamos ya a un maldito 2020, sin tiempo para celebraciones: el Valencia espera el 4 de enero, no hay tiempo ni para pestañear.
En paralelo, se abre la ventana de fichajes de invierno (que se inauguró con el mencionado despido de Arias), esperando que, esta vez sí, la plantilla mejorara varios enteros. Al final llegó Sobrino (que rindió a un gran nivel y fue muy del gusto de Cervera) y Saponjic, enésimo fiasco balcánico (hay que tomárselo a risa para no llorar). Salieron Bobby (intrascendente), Nano Mesa (no digamos), Alvaro Giménez (tampoco aportó mucho), Bodiger (ídem) y por fin se arregló lo de Sergio González. El mercado no fue precisamente bueno, dejándose una ficha libre.
En el inicio de 2021 el Cádiz volvió a pegar otro arreón, para completar una primera vuelta de ensueño, pese a las derrotas antes reseñadas. Para empezar, sacó un punto de Mestalla, que debieron ser tres. El equipo amarillo no se aprovechó de un rival herido de muerte y que deambulaba por la categoría como un alma en pena.
Tras tener que llegar a los penaltis para eliminar al Pontevedra en Copa (donde otra vez el Cádiz naufragó), los cadistas dieron otro paso de gigante en su lucha por la permanencia, al imponerse al Alavés en Carranza, otro rival directo. Los locales aprovecharon la expulsión de un rival en la segunda parte para, con los golazos de Choco Lozano y Negredo (que vio luego como el poste le quitaba uno de los goles del año), sumar tres puntos de oro, que se celebraban casi como los conseguidos contra Barcelona o Real Madrid.
Tras la eliminación en Copa en Girona, los cadistas sumaron otro punto ante un Levante que acabaría la liga como un tiro. Concluye así la primera vuelta con los amarillos sumando 24 señores puntos, y en novena posición. Haciendo la mitad de lo conseguido hasta el ecuador, se podía dar la permanencia por conseguida, un exitazo descomunal, por las circunstancias antes descritas. El trabajo de Cervera ahora es convencernos a todos de que hay que seguir peleando como si fuera agosto.
Los resultados que vinieron a continuación, le dieron la razón. Y es que el Cádiz pasó de esa posición privilegiada, a perder los cuatro partidos siguientes, en los que encajó 15 goles (y que terminaron pesando para que los amarillos fueran, a final de liga, el conjunto más encajador del campeonato, dato que todavía tiene que tener a Cervera revolviéndose en su silla).
Cierto es que los rivales eran de una entidad altísima: Sevilla (3-0), Atl. Madrid (2-4), Real Sociedad (4-1) y Ath. Bilbao (0-4). No podemos dejar de mencionar el enésimo escándalo arbitral recibido en contra (que habría sido de nosotros de haber sido tratados con equidad), esta vez contra el Atlético (contra quien el Cádiz jugó su mejor partido en esa mala racha), por la flagrante mano de Koke en el área cadista, que para variar, fue obviada por el árbitro (el Cádiz fue el último equipo, ya en el último tercio, en recibir un penalti a favor). Cervera, con el fantasma de la suspensión todavía por sus declaraciones por el otro penalti contra el Granada, se las ingenió para criticar sin enfrentarse de nuevo a la Inquisición.
Por si eso hubiera sido poco, una semana después, contra la Real Sociedad, más de lo mismo. Ante tanta reiteración, por fin, el mandamás cadista se dignó a alzar la voz, algo que venían pidiéndole de forma desesperada sus aficionados, cansados del “buenismo” cadista ante los abusos sufridos.
Como es lógico, por muy esperable que fueran esas derrotas, aquello tuvo golpeó la moral del vestuario y de la afición, que veían como el descenso se acercaba otra vez peligrosamente, sin que los de Cervera pudieran siquiera disputar los partidos a sus rivales, que los machacaban sin compasión. La cuesta de enero se preveía dura, pero no tanto, y las alarmas saltan por los aires (ya no solo por los resultados, sino por la pésima imagen ofrecida en casi todos esos partidos, y muy especialmente frente al Athletic), empezando, claro está, por el entrenador. El Cádiz ve como el descenso está ya solo a tres puntos. Un solo partido de ventaja.
En esta situación de depresión, en este tourmalet infernal para el Cádiz, llega ahora la visita al Camp Nou. Tras esas cuatro abultadas derrotas, y con la moral por los suelos, hasta el más optimista no tiene más remedio que pensar que pasará otra jornada sin sumar, y que habrá que empezar a recuperar pasada la tormenta en Barcelona. Pero este deporte es impredecible e ilógico, y por eso, nos enamora tanto.
Y es que el Cádiz habría de regalarnos otro momento épico, consiguiendo empatar en el escenario blaugrana. Para redondear la épica, el Cádiz lo hizo en el minuto 88, y atentos, de penalti, el primero que recibía a favor tras 24 jornadas de competición, ¡veinticuatro! Mientras todos aguantábamos la respiración frente al televisor, Alex Fernández no dudaba y para dentro. Un punto no solo histórico por donde se consiguió, sino que hacía falta como el comer para la liga, después de la pésima racha de la que veníamos.
Después de la derrota en casa ante el Betis (otra vez, el cuadro amarillo regaló los tres puntos a un conjunto verdiblanco que apenas hizo nada para merecerlos), los de Cervera se metían de lleno en su tramo decisivo de la liga. En los próximos cinco encuentros, nos mediremos a Eibar, Alavés, Valencia y Getafe (además del Villarreal). Cuatro rivales directos en la lucha por la permanencia. Para cuando pasen estas cinco semanas, todos sabremos ya qué color va a tener la cosa. En el momento de iniciarse este bloque de partidos, el Cádiz solo tiene tres puntos de ventaja con la zona de la quema.
El comienzo de este tour por la salvación no puede ser mejor. Los nuestros se imponen por la mínima al Eibar, reflotando la moral de un equipo que hacía casi dos meses que no ganaba. El golazo de Negredo, y el paradón de Ledesma (en otro penalti por manos imposibles, que ahora sí, claro, era señalado contra el Cádiz) que le hizo a su colega Dimitrovich, en una de las imágenes de la temporada. Un triunfo vital, clave, no solo por ser ante un equipo de nuestra liga, sino por el empuje que daba.
De golpe y porrazo el Cádiz abre hueco de nuevo y dobla su ventaja, ahora de seis puntos (gracias a los enfrentamientos directos por abajo), sobre los puestos de descenso. Ahí se encuentra el Alavés, el siguiente rival al que se miden los amarillos. En esta ocasión se saca un empate (casi calcado al obtenido en el Camp Nou, con Alex transformando un penalti en las postrimerías del choque), también muy meritorio, y de importancia, capital, pues impide a los vascos avanzar en la tabla y recortarnos tres puntos, además de otorgarnos el goal-average.
Tras la “esperable” derrota en Villarreal (aunque, como no, el VAR nos volvió a machacar con un penalti por otra vez, unas manos inverosímiles), el Cádiz dio dos zarpazos prácticamente definitivos para cerrar su ansiada permanencia.
En primer lugar fue el Valencia la víctima de los cadistas, con dos tantos de cabeza de los dos centrales, Marcos Mauro y Cala. Locura y éxtasis (en casa, claro) de todos cuando veíamos ese balón del argentino entrando despacito pero hasta la red cuando ya el partido se encaminaba hacia el empate.
A pesar del revuelo circense tras el supuesto insulto racista de Cala (del que ahora hablaremos por supuesto), el equipo, haciendo gala de una profesionalidad a prueba de bombas, va a Getafe, donde asesta otro golpe encima de la mesa, este, definitivo. Estamos en la jornada 30 y el Cádiz suma ya 35 puntos (cifra que otros años fue suficiente), y se lleva nueve con la salvación, con varios equipos a la vista por el retrovisor. Por mucho que intente Cervera contarnos películas (que es lógicamente, su obligación, para que la plantilla no se le desparrame), solo una hecatombe puede mandarnos de nuevo a Segunda.
Lo de Cala y Diakhaby merece un párrafo aparte. Recordemos que el once che, instigados por Paulista, hizo el teatro de retirarse del campo por un supuesto insulto racista del cadista sobre el valencianista. Decimos teatro porque fue solo una pose: los valencianos terminaron volviendo al campo y disputando (y perdiendo el partido), en lugar de haberse mantenido, si tan convencidos estaban, de la vejación que había sufrido su compañero. Si hasta miembros de nuestro gobierno se lanzaron sin pruebas ni comprobaciones a condenar a Cala de forma preventiva, imaginénse lo que fueron programas deportivos y medios de comunicación de dudosa ética, y de ahí, hacia abajo. El linchamiento a Cala fue brutal, que por supuesto, no gozó del derecho de presunción de inocencia: el tema era suficiente amarillo y morboso, había que hablar de ello. Según iban pasando los días, se iba debilitando la posición del Valencia (que seguía huyendo hacia delante), ante la imposibilidad de encontrar pruebas ni testigos ni nada. Para cuando LaLiga, tras su peritaje e investigación, concluye que no hay insulto racista de Cala, los que tanto ladraron y vilipendiaron y condenaron al principio, de repente habían desaparecido. Un ejercicio repugnante de carencia de ética y de juicio rápido por una audiencia fácil.
Volvamos a lo nuestro. Después del triunfo en el “Coliseum”, ya todos (empezando por nosotros) empezamos a echar cuentas de cuantos puntos faltan para sellar la permanencia de forma matemática…¡y estamos en la jornada 30!
La locura de calendario se vuelve a manifestar con el adelanto de la jornada 33, en la que el Cádiz recibe al Celta, contra el que suma otro valioso punto.
Tras esto, llega el turno de otro de los momentos importantes de la temporada, recibir la visita del Real Madrid, aderezada además con la irrupción de la Superliga. Esta vez sí, el cuadro merengue hizo imponer la lógica y se llevó los puntos de Carranza en un partido que no tuvo apenas historia, marcado por los groseros errores nuestros.
Y llegamos al colofón final. Después del Madrid volvía nuestra liga, en la visita a Valladolid, en la que el Cádiz sumó casi por inercia, regalando la primera parte pero reponiéndose en la segunda. Un empate de nuevo que vale su peso en oro, ante un rival directo con el que se mantenía una distancia amplísima. Todos celebramos especialmente que el tanto lo consiguiera Cala.
Por todo lo alto. La salvación matemática llega en Granada, donde hasta el mismísimo Cervera, cauto como el que más, ya avisaba de que “ganando nos salvamos”. Y...ganamos. Sobrino, con su primer gol de amarillo (tras la enésima gran jugada de Negredo), hizo el 0-1 (todavía pudo marcar otro si hubiera aprovechado un mano a mano que tuvo minutos después) que no se movería ya del marcador. La celebración del banquillo tras el pitido final, con esa imagen inolvidable de Cervera abriendo los brazos y mirando al cielo, lo decía todo. El Cádiz estaba salvado. ¡Y a cuatro jornadas del final! Cuatro jornadas en las que el Cádiz vería los toros desde la barrera, mientras otros equipos luchaban cada semana al borde del infarto por librarse del descenso. El alivio que sentíamos...no se puede describir aquí.
De ahí al final, aunque Cervera lo intentó, el equipo se desconectó, también en parte porque el técnico dio minutos a los que habían sido menos habituales. Tras firmar la permanencia ya de forma matemática derrotando al Huesca, la relajación en la plantilla fue evidente. Aunque nada tuvo que ver este final de liga, con el que se “perpetró” el año pasado tras firmar el descenso. Y el que quisiera culpar a estos jugadores, después de la hazaña conseguida, por esos malos partidos ante Osasuna (en el que sufrimos el enésimo número de la cabra con los penaltis) y Elche, que no cuente con nosotros.
A falta de emociones fuertes, nos dedicamos a debatir sobre si esta temporada era la mejor de la historia del club, superando así a la de Espárrago en la campaña 87-88. Que gusto estar hablando de estas cosas y no comiéndonos las uñas en partidos a vida o muerte.
Se resume con esto una temporada que entra de lleno en el olimpo de nuestra historia para siempre, y que con el tiempo aprenderemos a valorar aún más. El éxito es de una rotundidad indiscutible, y solo la providencia sabrá que habría sido de nosotros si la plantilla se hubiera reforzado de forma no vamos a decir excepcional, pero sí al menos notable.
El arquitecto, Cervera, no recibirá nunca suficiente agradecimiento por habernos hecho crecer como lo ha hecho, coronándose con esta campaña simplemente descomunal.
En la Copa, de nuevo, un papel de nuevo muy decepcionante, sin duda, uno de los grandes capítulos en el debe de Alvaro Cervera, que tira esta competición sistemáticamente. Una cosa es no descentrarse del objetivo principal, y otra muy distinta, caer frente a rivales de menor entidad y categoría. El escudo siempre está en juego, y la lucha, no se negocia. En este caso, después de eliminar a un modestísimo Ribadumia y a un histórico venido a menos como el Pontevedra, los amarillos caían eliminados ante el Girona en el campo del equipo catalán. Demasiado pronto otra vez.
Respecto al filial, la temporada fue algo decepcionante, pero quizás era demasiado pedir que en el galimatías absolutamente imposible que era el sistema de liga en Segunda B, y los posteriores ascensos y descensos a las nuevas categorías de la Federación, los canteranos consiguieran quedarse en el primer escalón no profesional. La temporada estuvo sin duda marcada por el extraño cese de Pavón (héroe del ascenso a Segunda B) y la entrega del banquillo a Cifuentes, en lo que claramente parecía un pago de favores por haber accedido a retirarse y liberar así una ficha.
En el capítulo de noticias luctuosas, éstas se dispararon por el maldito covid. Hubo tres que nos golpearon especialmente: nos dejó una leyenda del club como Adolfo Bolea; se apagó la voz del cadismo cuando dijimos adiós a Theo Vargas, y tuvimos que despedir a uno de los presidentes de nuestra historia, Gutierrez Trueba.
Además de ellos, se nos fueron Francisco Domínguez (portero cadista en la temporada 66-67), Marcelo García Robles (jugador entre 1961 y 1964) y Carlos Ferreira (temporada 71-72). Descansen en paz.
CREACIÓN FICHA: 03/08/2020
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 08/08/2021
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