12 de marzo de 2022
Ficha en la web:
Se repite la historia. Una jornada más. Negar que Sergio González ha cambiado la cara y el espíritu de este equipo, sería negar que el agua moja. Negar que se ha encontrado un once fijo y que se tienen las ideas muy claras, sería negar que el sol calienta. Y negar que este equipo se está dejando todo lo que tiene, pero que eso, una semana sí y otra también, da para dominar los partidos, jugar incluso mejor que el rival, pero perder o empatar ante la falta de más recursos técnicos, es negar que la tierra es redonda (pese a los terraplanistas).
Porque el Cádiz hoy tuvo sometido a todo un Atlético de Madrid, que que tendría seguramente la cabeza puesta en la Champions, y que por momentos ofreció un juego tan pobre que tuvo que escuchar pitidos de su gente, y obligó a Simeone a montar su show hooligang que suele ofrecer cuando las cosas no le gustan.
Pero es muy difícil ganar al todavía vigente campeón de liga de tú a tú, no digamos si le empiezas regalando un gol nada más sacar de centro. Como cuando de pequeños, dábamos ventaja al otro equipo que estaba lleno de niños de menor edad. Salvo que este no era el caso. Como si no hubiéramos visto todos la jugada de Donnaruma esta semana, Ledesma se ve que no se quedó con la copla, y en este fútbol en el que hay que tocar la pelota hasta en tu área chica, regaló un balón franco a Joao Félix que fresco como una lechuga, no desaprovechó.
Y si eso fuera poco, si todavía no es ventaja suficiente, viene un árbitro, expulsa a un rival por una entrada asesina con los dos pies por delante, pero a pesar de haber habido contacto, el VAR lo llama, algo que va contra el protocolo del mismo, puesto que además de no ser obvio y manifiesto, es una reinterpretación de lo que ha visto el colegiado de abajo. Lo cual es ilegal y contrario al reglamento. Si ha habido contacto, el VAR no puede entrar a que valore la intensidad. Y a pesar de haber sido llamado, el colegiado se podría haber mantenido en su decisión, pero eso es algo que debe estar prohibido. Roja perdonada.
Pues a pesar de todo este chaparrón (además del que caía del cielo en una noche fría) los visitantes se consiguieron reponer, y reconstruir su juego dominando a un rival que no volvería a molestar a Ledesma en toda la primera parte. No solo eso, sino que fue rondando el área de Oblak hasta que antes del descanso, un centro milimétrico de Pacha Espino era rematado con maestría por Negredo, para poner el más que justo empate, antes de enfilar los vestuarios. Había esperanza.
Si la primera parte terminó bien, la segunda empezó aún mejor. El Cádiz se fue descaradamente arriba y robó por completo el balón a un Atleti que cada vez cometía más imprecisiones. Idrissi, muy activo, encontraba hueco por su banda muy a menudo (pese a tener que bailar con todo un Marcos Llorente) y los amarillos eran el único equipo que cruzaba el medio campo.
Pero claro, esto no va de posesión ni de dominio, sino de goles. En el único acercamiento que habría de tener el cuadro rojiblanco en toda la segunda mitad, Correa encontró hueco para fusilar a Ledesma que rechazó, y De Paul, llegando desde atrás y pillando a la zaga amarilla dormida, terminó de remachar a la red. Más injusto imposible, los colchoneros encontraban agua cuando su partido estaba siendo un festín de comer piedra.
Sergio desde el banquillo con los cambios, y los jugadores con sus acciones sobre el campo, lo echaron todo para empatar. Y a punto estuvieron de conseguirlo. Luis Hernández aprovechó un fallo en salida de Oblak para remachar sin portero, para encontrarse con la cabeza milagrosa de Giménez, que salvaba un gol cantado. Este año la suerte no quiere saber nada de nosotros.
El partido habría de morir en el área de Oblak (la expulsión de Serrano llegaba tarde y mal, tras el indulto a Reinildo en la primera), sin solución de continuidad. Sí, una imagen buenísima, pero a estas alturas, hacen falta puntos, y el invierno que queda por delante amenaza mucho frío. Otra semana más, en puestos de descenso.
Foto: cadizcf.com