Le costó entrar en calor, aunque desde el inicio empezó aportando su excelente golpeo de balón, que habría de ser una de las poquitas armas con las que iba a contar el Cádiz en un año tan fatídico en el aspecto goleador. Solo en los tres primeros partidos, ya había dado dos asistencias.

Indiscutible todo el año en el puesto de lateral izquierdo con ambos entrenadores, el jerezano cumple siempre en todas las facetas del juego, aunque destaca que sea el ejecutor de absolutamente todas las jugadas de estrategia y el balón parado.

Es verdad que no destacó ni por arriba ni por abajo en casi ningún partido, pero fue uno de los pocos futbolistas fiables y constantes durante toda la campaña. Daba lo que tenía y se sabía lo que se podía esperar de él. Era raro verle pegando algún cantazo hondo, igual que tampoco dejaba actuaciones inolvidables. Solvente y fiable, incluso cuando le tocó jugar de central ante la epidemia de lesiones sufridas por el equipo en esa zona de la defensa.

Al final, 30 partidos de liga, la gran mayoría de ellos como titular y completos, lo que habla de su importancia, a pesar del año tan malo que le tocó pasar en el Cádiz. Terminada la campaña, volvía al Leganés, el club que lo había cedido.