Jugador totalmente desconocido cuando llega a Carranza (sólo dos años antes había militado en Tercera, y toda su carrera había tenido lugar en el País Vasco), su marcha es muy sentida en el Barakaldo, club del que procede. Llega en el mercado invernal de la campaña 2013-14 y sin comerlo ni beberlo, crece hasta convertirse en uno de los iconos de la segunda década de siglo, protagonista clave en no uno sino dos ascensos del club y uno de los capitanes más queridos por la afición en los últimos tiempos.
Centrocampista de corte defensivo, apto no obstante para jugar con el balón, está llamado a mejorar la parcela recuperadora y el balance entre ataque y defensa del equipo. Con Agné no tiene demasiadas opciones de mostrar sus cualidades. El técnico aragonés lo utiliza más como solución de emergencia en las segundas partes para atar los partidos. La oportunidad le llegaría con Calderón: el gaditano lo hace su mano derecha en el campo. Le da todos los minutos, lo hace titular indiscutible. Explota ahí la figura del mediocampista vasco.
Tras el fiasco de Hospitalet, llega una nueva temporada, en la que habría de erigirse en protagonista absoluto. Primero su valedor, y luego Claudio, lo alinean constantemente de titular. Su papel es insustituible: no hay otro jugador en la plantilla de su mismo corte, capaz de recuperar el balón, de contemporizar, de nivelar al equipo en la media. Uno de esos jugadores que gustan tanto a los entrenadores, de mucha implicación táctica.
Pero habría de llegar el maldito playoff que, como a todos, le explotó en la cabeza. Fue noticia en el primer patido, en el Tartiere, dejándose provocar tontamente por Cervero (pocos futbolistas más antideportivos que éste). Se disparan todas las alarmas en Carranza. Garrido es esencial en el esquema de Claudio. El club pone en marcha toda la maquinaria legal, y el recurso (que se terminaría ganando) por su segunda amarilla abriría una brecha más entre las relaciones que tanto se tensaron, a todos los niveles, entre carbayones y cadistas.
Lo que pareció una alegría al principio, terminó convirtiéndose en una tumba para el jugador y para el equipo. Claudio decidió alinearlo en soledad en la medular (Espinosa llevaba ya muy mal varias semanas), poniendo a los dos delanteros de inicio. El resultado fue un dominio absoluto del Oviedo en la zona ancha. Pero es que de repente, Garrido empezó a ser un jugador fallón, como nunca jamás había hecho. Pases de dos metros que acababan, la mayoría, en pies del rival. La derrota ante el equipo asturiano agarrotó todavía más al centrocampista, que ya nunca en ese playoff volvería a ser la pieza clave que había sido toda la temporada. Ni contra el Hércules, no digamos ya contra el Bilbao Athletic (pese a que seguiría jugando todos esos partidos de forma completa). Su rendimiento queda en entredicho.
Con la nueva temporada, mantiene su rol de titular, pero según van avanzando semanas...empiezan a aparecer las dudas. Dudas generadas por su juego, que sigue estando muy lejos del mejor nivel que había mostrado un año antes. Así que Claudio empieza a mandarlo al banquillo, e incluso a la grada. Según se acerca el mercado invernal se intuye ya perfectamente que Garrido está en la rampa de salida, que terminaría cogiendo rumbo a Ferrol, junto a su compañero Kike Márquez.
Nunca una cesión pudo tener un mejor efecto en un jugador. El suyo fue un caso curioso en el verano de 2016. Tras su cesión en el Racing de Ferrol, vuelve, con la intención de quedarse, a un Cádiz que ahora va a militar en categoría superior. Todos los cedidos que tenía el cuadro amarillo van saliendo de Carranza, no aptos según Cordero para el nivel que la plantilla necesita. Sin embargo con el vasco, hay un matiz. El secretario técnico no puede ser más contundente: "es válido para Segunda, pero si deja de salir por las noches". La puya tiene el efecto deseado. El ex del Barakaldo se centra, y con el paso de los días, va convenciendo a los técnicos de que su labor en la recuperación de balón puede ser valiosa para la misión de la permanencia.
Y a fe que lo fue. Llegó el debut liguero y ahí estuvo Garrido. Titular y destacado en el partido (salvando incluso un gol en la línea de gol), demostró muy pronto cuán importante iba a ser su labor defensiva en el centro del campo. Rehabilitación completa del centrocampista, que se hizo grande con cada semana que pasaba. Su doctorado terminó de formalizarse el día de la victoria en casa contra el Numancia. Salió, cambió el partido y anotó el gol de la victoria. Man of the match.
No fue flor de un día. El vasco continuó indiscutible para Cervera, que no le daba descanso ni en la Copa. En el partido ante el Getafe en Carranza se termina de destapar con un encuentro soberbio, que aparcó para siempre cualquier rastro de duda que pudiera quedar. Había mucho jugador ahí. No en vano, pocas semanas después era renovado por dos años más, señal inequívoca de que el periodo de “prueba” había pasado y que su rendimiento estaba siendo sobresaliente.
De ahí a que se acabara el año siguió acumulando participaciones decisivas con su equipo (como por ejemplo en la victoria en casa contra el Almería, en la que tocó jugar con diez casi medio partido) que le valieron muchos aplausos de su público. Es más, de tener serios problemas a la hora de entregar el balón (como ya hemos explicado, tuvo muchos problemas con eso en la promoción contra el Oviedo), termina la campaña habiendo mejorado ostensiblemente en ese aspecto, que sumado a su capacidad recuperadora, hacen de él que se postule como un centrocampista completo. Su final de temporada es simplemente excelso.
Sus actuaciones en el playoff fueron completísimas. En la ida en Carranza fue un pulmón que ahogó por completo la construcción del equipo rival, que fue inexistente. En el Heliodoro repitió una actuación similar. Su cambio, aunque en parte lógico para buscar más proyección en ataque, extrañó mucho porque estaba siendo de los mejores.
En resumen, grandísimo "fichaje" para esta campaña que ha crecido de forma exponencial. Cumplió 100 partidos oficiales con el Cádiz este año y será una referencia en el futuro para mejorar aún más.
Frustrado el intento de ascenso a Primera, toca empezar de nuevo en Segunda, ya vamos por la temporada 2017-18. Otra temporada espectacular del centrocampista vasco. Absolutamente incombustible en la medular, volvió a ser la extensión del entrenador en el campo, el tapón que lo tapaba absolutamente todo.
Es difícil decir algo de Garrido que no se haya dicho ya. Todas sus actuaciones eran de notable para arriba, era raro que diera una mala tarde. Cortando balones, dando oxígeno a sus compañeros, cubriendo la zona ancha como si fuera un campo de fútbol sala, ayudando a los defensas cuando salían. Hizo una pareja perfecta primero con Jose Mari, y cuando este cayó lesionado, casi mejor aún con Alex Fernández, con quien formó una de las mejores duplas que ha tenido el Cádiz en su historia el medular en Segunda División.
Para el recuerdo seguramente quedará su brillante partido en la histórica victoria por 0-3 en El Molinón, abriendo él el marcador. Con gol o sin gol, lo que hacía en la medular cubriendo tanto campo era para poner en las escuelas de fútbol.
Tuvo un bajón no obstante que, casualidad o no, coincidió con el comienzo del bajón del equipo también. Expulsiones, malas actuaciones, sustituciones...el vasco no entró con buen pie el 2018 y le costó retomar el ritmo en el primer trimestre del año, llegando incluso a no ser titular por decisión técnica en algún partido, como en casa frente al Lorca. Pero eso no empañaría un nuevo ejercicio liguero descomunal del vizcaíno.
Para la temporada 2018-19, van a empezar a llegar las malas noticias para Garrido. Esta fue una temporada fea para él, al que las lesiones le machacaron constantemente y que no pudo, por tanto, ayudar a su equipo como hubiese querido.
No fue hasta bien entrado octubre que pudo estar a pleno rendimiento, y tras un inicio dubitativo, casualidad o no, con su llegada, se produjo la resurrección de un equipo que tocó la Segunda B y que de repente explotó como siempre lo hace a final de año. Inamovible, como casi todos sus compañeros durante ese periodo, en el que el Cádiz vio la luz y se subió a los puestos altos para no bajarse más. El menú, el de siempre, seguridad, control del partido, cubrir más campo que todos los demás, e incorporarse de forma peligrosa en el balón parado. Una masterclass en cada partido.
Pasó un momento delicado al inicio de la segunda vuelta, en el que por más que lo intentaba, no terminaba de llegar a todo, como él suele hacer. Pero como siempre lo daba todo.
En esas estaba cuando volvió a caer lesionado. Cervera lo guardó algún partido, seguramente viendo que el vasco no se encontraba bien, algo que se terminó confirmando. Lo que iban a ser unas semanas terminó siendo dos meses de dique seco y calvario para el centrocampista, en su temporada sin duda más aciaga en Carranza hasta la fecha (lo peor estaba sin embargo por llegar).
Sería casualidad, pero cuando Garrido vuelve para el viaje a Las Palmas, a pesar de hacerlo desde el banquillo, los amarillos vuelven a ganar, y haciéndolo además por un contundente 0-3. Su entrada en dicho partido cambió el mismo, siendo fundamental para el resultado final.
Llegamos al ejercicio 2019-20, de tremendos contrastes para él. El año del ascenso a Primera después de tanto tiempo, pero que a él le pasó una factura muy alta, mucho más de lo que merecía. Muy mala suerte la del todocampista vasco en esta temporada. Aunque su inicio fue el de siempre. Un pulmón infranqueable e inagotable, nada que no supiéramos ya no solo los cadistas, sino el resto de aficionados del resto de la categoría, a poco que vieran un poco de fútbol.
Empezó como siempre, siendo fijo para Cervera (como para no, siendo su reflejo en el campo) y funcionando no solo en su función principal, sino también, como nos tiene acostumbrados, en otras facetas, incluso la goleadora, consiguiendo por ejemplo, el tanto que daba la victoria en el descuento frente al Extremadura en la tercera jornada. Goles aparte, fue fundamental para las victorias iniciales que pusieron al Cádiz en órbita desde el principio. Su renovación (hasta 2023) fue un alivio y una alegría para la afición y por supuesto para su técnico, que aseguraba así a uno de sus puntales.
Habría firmado otro año de absoluto ensueño de no haber sido machacado sin piedad por las lesiones. Empezó con problemas en una mano, aunque pudo recuperarse y regresar al equipo para ser de nuevo el líder absoluto del centro del campo, jugándolo todo, hasta el bolo copero en Asturias contra el Lealtad. Ni ese día, que hubo muchas rotaciones, dejó de jugar el partido completo. Igual ocurrió contra el Logroñés, donde jugó los 120 minutos.
Y así que hasta que en la derrota en Gijón, ya en febrero, se lesiona y es sustituido. Quien hubiera podido decir entonces tantas cosas. Quien se hubiera imaginado que pese a disponer de un montón de tiempo extra debido al confinamiento, no veríamos más al bravo centrocampista vasco esa campaña.
Las semanas van pasando sin que se terminara de tener claro que dolencia acusaba el vasco, y se echa encima el parón por el confinamiento. Parece que al menos algo positivo tendrá para él el parón, puesto que se podrá recuperar de su lesión mientras se congela la liga. Pues ni por esas. Llega el fútbol tras el parón, y Garrido sigue penando por el edema oseo que se hizo en Gijón. Las semanas pasan y se termina confirmando el ascenso, a pesar de no poder contar con su participación, todo un handicap sin duda para Cervera. Tremenda alegría colectiva, malas noticias en lo personal.
Todavía podría, no obstante, disfrutar de un año en la máxima categoría, premio que sin duda se merecía y que habría sido muy cruel que no recibiera. Garrido ya no fue el jugador indiscutible de temporadas anteriores, pero el centrocampista vasco fue clave en la unión del vestuario.
Jon Ander Garrido representa mejor que nadie, con el permiso de su compañero Salvi, el salto de las catacumbas de la Segunda B a la gloria eterna de la Primera.
Sin lugar a dudas, el vasco es uno de los jugadores que tiran del carro en el vestuario pero no se puede negar que las categorías existen en el fútbol por alguna razón. La labor de Garrido en el Cádiz CF ha sido extraordinaria en líneas generales durante estos años. Si bien es cierto que no pudo celebrar el ascenso a Segunda al estar cedido en el Racing de Ferrol, sí lo es que en Segunda se convirtió en un auténtico puntal en el centro del campo del equipo entrenado por Álvaro Cervera, como ya hemos desarrollado.
Sin embargo, Garrido ha sido uno de los que más ha notado el salto cualitativo a Primera. En la máxima categoría el ritmo de juego es más alto y las decisiones tienen que tomarse en el menor tiempo posible. Eso ha pasado factura a un futbolista como el norteño que siempre lo da todo sobre el rectángulo de juego.
Superada la treintena de edad, el centrocampista vizcaíno apenas ha sido titular en diez encuentros entre Liga y Copa del Rey, donde pudo celebrar su único gol del curso ante el Ribadumia. Lo hizo con un buen testarazo marca de la casa.
El resto de sus actuaciones fueron como recambio para los habituales en esa posición. Y es que la dupla formada por Jens Jonsson y José Mari fue indiscutible este curso mientras las lesiones y sanciones no aparecieron. E incluso Fali y Álex también probaron fortuna por la medular.
A fin de cuentas, no fue el curso idílico para Garrido pero se queda con muchos recuerdos inolvidables: debutar en Primera con victoria en San Mamés, conseguir la permanencia y seguir haciendo historia vestido de amarillo. Aún no lo sabe, pero el bueno de Garrido ha disputado sus últimos minutos oficiales con la camiseta amarilla en el último partido de esta campaña, en el intrascendente Levante-Cádiz. Su marca se queda nada menos que en 221 partidos oficiales. Ahí es nada.
El centrocampista intenta hacer la pretemporada, pero la tendinosis crónica que sufre desde que en sus años en Segunda sufriera un golpe muy duro que nunca terminó de curarse bien por la continua sobrecarga de partidos no le deja más opción que la de la operación de rodilla. Cuatro meses le quedan por delante de recuperación, lo que provocan que, lógicamente, el club le deje sin ficha hasta que se abra el mercado de invierno, con la esperanza de que vuelva totalmente recuperado.
Sin embargo, una vez completa ese periodo de sanación, el de Getxo no tiene sitio en una medular que muestra los mejores efectivos del cuadro cadista, como son Alcaraz, San Emeterio, Jonsson, Jose Mari o Alex Fernández. Por lo que finalmente, el club y el jugador acuerdan su cesión al Mirandés, en Segunda, esperando que ahí recupere la forma perdida.
Desgraciadamente, su rodilla diría basta. Garrido volvería al Cádiz a realizar la pretemporada, pero apenas quince minutos después de su primer encuentro en pretemporada, el vasco levanta la mano y tiene que ser sustituido. Un año después de su operación de rodilla que le tuvo cinco meses en el dique seco, vuelve a dar guerra. Sus lesiones crónicas no remiten. El centrocampista se pasa el verano sin poder ejercitarse y no queda más remedio que dejarle sin dorsal, en el último año que le queda de contrato.
Con esta perspectiva, y pese a tener solo 33 años, tras haber podido disputar apenas 400 minutos en las dos últimas campañas, Garrido toma la decisión de colgar las botas. Consumada la permanencia en Elche, el vizcaíno se despide como merece en un acto en el club con sus compañeros y su presidente, después de una década entera dedicada a la entidad y a la ciudad. Larga vida al capitán!
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ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 08/06/2023
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