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31. Badajoz - Cádiz (25/03/2012)

 

Teníamos pensado acudir a este desplazamiento desde hacía varias semanas. Sin embargo, por motivos laborales, hasta el último momento no pudimos confirmar nuestra asistencia. Solamente con un par de días de antelación cerramos el viaje al que acudiríamos los peñistas José Luis, Jota y Chele. Nuestro querido Bixo causaría baja de última hora pero fue gratamente reemplazado por el no menos querido Alberto. Y digo gratamente sobre todo porque necesitábamos un conductor que tuviera, además de coche, puntos en su carnet para poder conducirlo legalmente, punto que el escribe estas líneas no está en condiciones de cumplir. Al menos durante unos meses. Pero el primer desplazamiento de fin de semana en un par de años, bien merecía un esfuerzo.

Salimos de Madrid a una hora razonable, las 11 de la mañana, para poder llegar a nuestro destino en el momento álgido del tapeo. Como decía, salimos de Madrid con un resplandeciente sol y a medida que nos acercábamos a tierras extremeñas el cielo se iba tornando gris cual presagio de lo que nos esperaba. A pesar de los intentos de nuestro conductor por animarnos vía musical (los temas tipo "Yo soy candela soy una llamará, y cuando siento el ritmo mi cuerpo quiere más, más, más" no son precisamente los más adecuados para nuestros perturbados oídos), no logró conseguirlo del todo. Quizá la resaca sin duda producto de las varias Guinness ingeridas la noche anterior tampoco ayudaban. Solamente vimos cierta luz al hacer la parada técnica en el Rincón de Juan Porro... pero no nos pusieron paellita de tapa. Así que mal también.

Llegados finalmente a Badajoz y entramos en la ciudad, como no podía ser de otra manera, por la Puerta de las Palmas. Aparcamos y encontramos sin problema la que iba a ser nuestra morada nocturna. El mítico Hotel Condedu y su leonera para 4 a precios populares. Un lugar mucho más agradable de lo que ninguno nos esperábamos. En una situación privilegiada en pleno centro histórico de la ciudad, no tardamos ni 100 metros en encontrar nuestra primera parada: el Mesón el Tronco, un gran lugar para el tapeo. Aquí esperamos entre tapas típicas de la localidad (que ahora no recuerdo el nombre) y cañas a Jota, que aún no había llegado de Sevilla, para pasar a apretarnos una deliciosa parrilada.

De allí decidimos dar una vuelta por la ciudad. Sin embargo fuimos abducidos por unas bellas relaciones públicas que nos sugirieron un lugar para tomar unos copazos. Ya que somos fáciles de convencer para este tipo de actividades, más aún si la convencedora aporta concluyentes razones para ello, optamos por abandonar nuestro arrebato turístico y nos metimos en La Plaza. Un local que simula ser una plaza mayor en su interior y que estaba poblado de tías muy buenas. Qué coño. En este lugar esperamos a que viniera la que iba ser nuestra cicerone por tierras pacenses, la gran Carmen, y, aprovechando que había karaoke vespertino y que los gintónics (y las cervezas y los licores de bellota) empezaron a hacer sus efectos, nos animamos a cantar una canción. Ni más ni menos que el clásico "Cadillac solitario" de Loquillo. Es de destacar el poco gusto demostrado por nuestro particular arte ya que decidieron cortar nuestra actuación en pleno "nenaaaaaaaaaaaaaaaa". Una decepción. Así que nos mosqueamos y nos fuimos.

 

A partir de este momento Carmen tomó las riendas de nuestra ruta. Nos dio una breve vueltecilla por el centro de la ciudad y en poco tiempo nos metió en un bar en el que servían el mini de cerveza con ración a elegir por 8 euros. Además se podía fumar y ponían fútbol... qué más se puede pedir. En este lugar conocimos a una pareja de pacenses que se convertirían en "compañeros inseparables" el resto de la velada; aquí mi memoria ya empieza a flaquear ya que no recuerdo el nombre de los sujetos.

Tras ver el partido en el que la Real Sociedad se dejaba vapulear por el Trampa$ y de la sorprendente derrota del Valencia ante el Getafe, a nuestro compañero Jota le dio el bajón y decidió volver al hotel. Ya sabemos que una retirada a tiempo es una victoria. El resto nos dirigimos a un lugar llamado Ant Rock... o como lo conocen los lugareños, el "Antro", ya que nos prometieron que allí ponían rock. Sin embargo el lugar era un clásico local perroflauta en el que aguantamos un par de copazos y poco más. Tenían futbolín, eso sí.

Nos convencieron para ir a otro local llamado Paradisso que nos dijeron que estaba muy bien. Hicimos algo de cola para entrar y, para sorpresa nuestra, cuando ya estábamos entrando todos, el portero echó para atrás a Carmen y no la dejaron pasar. El mundo al revés pensamos todos, y nos dirigimos hacia otro local de moda: el Café Comercial. Un local muy bonito pero más parecido a un teatro que a un local de copas. Como la música no nos convencía (qué raro) indagamos dónde podíamos ir a escuchar rock and roll de una puta vez. Así alguien mencionó el Metalarium. Solamente el nombre prometía, así que sin dudarlo decidimos ir para allá.

Nuestra pareja-inseparable-que-conocimos-en-el-otro-bar se tiró el rollo y nos subió al coche a todos para ir a este templo del metal. Nada más llegar, estaba acabando un concierto y al acabar este no tardamos en hacer buenas migas con la parroquia. Buena música, buena gente, copazos a 5 pavos, garito abierto hasta las 6... era todo demasiado bonito. Fue entonces cuando ni saber ni cómo ni por qué, acabé con mis huesos en el suelo. No sé si el suelo estaba resbaladizo o si me empujó algún demonio del averno; ni siquiera los allí presentes saben explicar lo que pasó... pero allí tirado acabé con el tobillo dolorido.

Mi querido primo no se preocupó demasiado y dijo que este tipo de caídas eran "algo normal" y que lo suyo era esperar un poco a que se me pasaran un poco los dolores. Pero éstos, lejos de pasarse, iban aumentando. Junto con el volumen del tobillo. Iban a cerrar ya el local, así que fui a ponerme de pie y, al intentar apoyar el pie, me fui otra vez al suelo. Esto último ya alarmó definitivamente a los compañeros y decidieron llamar a una ambulancia, la cual llegó en apenas 10 minutos. Tras un breve examen de la zona dañada no dudaron en trasladarme al Hospital Infanta Cristina donde, tras unas radiografías, no tuvieron duda en un diagnóstico que cayó como una losa: "- Fractura de peroné: seis semanas con escayola. Mañana vaya usted a una farmacia y compre unas muletas. ¡Ah! Y tiene usted que inyectarse heparina mientras lleve el yeso.";"- Pero oiga... que esto no puede ser... que soy autónomo!!";"- Y a mi qué me cuenta... Hala... el siguiente!!". Me recogieron mis primos en la puerta del hospital y en un taxi, enyesado y dolorido, volvimos finalmente cerca de las 7 de la mañana a nuestro Hotel Condedu donde aguardaba un ojiplático Jota.

Al día siguiente la cosa no mejoró. Desperté con la esperanza de que todo hubiera sido un mal sueño, pero no. Allí estaba la escayola. Blanca inmaculada. Impasible. La hijaputa. Con unas muletas que compraron José Luis y Jota en una farmacia próxima me acerqué a duras penas a una terracita próxima al hotel. En seguida me di cuenta de mi pésimo estado de forma y lo mucho que me iba a costar moverme en este nuevo medio de transporte desconocido para mi. Ni siquiera el Atleti fue capaz de darme una alegría esa mañana y palmó 1-0 contra el colista, el Zaragoza, con un estúpido penalty cometido por Godín en el descuento.

Dada mi dificultad con la movilidad, nos quedamos en la anterior terraza hasta una hora antes del partido. Durante este tiempo estuvimos departiendo largo y tendido con aficionados del equipo pacense que estaban en una mesa contigua a la nuestra. Nos dirigimos al estadio pero cuando aparcamos me di cuenta que no me apetecía nada entrar al fútbol. Los varios tramos de escalera para acceder a las gradas que se avistaban desde el exterior tampoco animaban. Así que decidí con Alberto volvernos a Madrid sin ver el partido; que no estaba yo de humor, oiga. Jota y José Luis se quedaron y cuentan a continuación los pormenores del partido:

 

 

 

Retomo aquí la crónica de Chele en el momento que abandona junto a Alberto en las inmediaciones del Nuevo Vivero, estadio muy "apañadito" construido para categorias superiores, pero esto del fútbol ya se sabe como es. Pues bien, tras conseguir las entradas, llegamos Jota y un servidor a la tribuna donde esperamos que llegaran Carmen y una compañera de trabajo de la cual desgraciadamente he olvidado el nombre. Así que colocamos la pancarta y a esperar el comienzo del choque.

Cadistas, la verdad que muy pocos, a destacar la presencia de Vera Luque, que actuó la noche anterior en una sala de Badajoz con su chirigota "Los Hinchapelotas". La animación fue muy fría, pero es que del partido apenas podemos destacar nada. De hecho, en los años que llevo yendo al fútbol es probablemente el partido más aburrido al que he asistido. Sólo una mísera ocasión del Cádiz, un disparo desde la esquina izquierda, sin aparente peligro, que tras un clamoroso fallo del guardameta acaba rebotando en el poste y otra del C.D. Badajoz, un potente disparo que acabó desviado de la meta de Aulestia. El resto centrocampismo absoluto y ninguna gana en ninguno de los dos equipos de alterar el marcador inicial. Parece que se conformaban con las tablas.

El público muy frío, como el partido, se contagió algo tras los insultos a nuestro equipo de un reducido grupo "ultra" de los locales. Afición un tanto irritable la que encontranos en tribuna.En especial, un grupo de jubilados que interrumpían conversaciones ajenas y malmetían, protestaban e insultaban. Así que el 0-0 inicial fue inamovible y tras finalizar el encuentro nos despedimos de Carmen y marchamos dirección Sevilla.
El balance fue que a pesar de pasarlo muy bien en la localidad extremeña, vimos un "tostón" de partido y Chele con una pierna rota. Ains, si lo que no pasa en esta peña.

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manolain

06/05/2012
15:39
Joer, y yo que me estuve pensando apuntar en el último momento...¡menos mal que no!
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CREACIÓN FICHA: 06/05/2012

ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN: 06/05/2012

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